21 ·
Mujer ·
Hetero ·
Lima (+51)
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Nos olvidamos de la belleza
de lo cotidiano,
nos olvidamos de los versos
callados,
los que no tienen ideología
y se llaman ríos, montañas,
campos…
tan inmensos y tan pequeños…
tan presentes en nosotros
y tan de nosotros ajenos.
Nos olvidamos del silencio
y de las palabras “hormiga”,
“corteza”, “piedra”, “saltamontes”,
“viento” …
Nos olvidamos de la tierra
en la tierra donde queremos clavar
nuestros cimientos.
Nos volvemos egoístas y perversos,
pensamos tanto en nosotros mismos,
que de nosotros mismos nos olvidamos
y olvidados no somos más que muertos.
Que muertos que se agobian, que regañan
y que envejecen,
que muertos que cuentan ansiosos las horas
y el pasar del tiempo,
que muertos que son como un cáncer
y llenan la piel de sus almas
de lunares negros.
Dónde está lo cotidiano,
lo que nos hacía ser niños cuando éramos
niños,
lo que nunca nos aburría,
lo que era transcendente sin por ello
ser lejano.
Nos olvidamos de la belleza
que tenemos entre las manos,
nos olvidamos porque está aquí,
porque no nos cuesta más que mirar,
que oler, que tocar…
nos olvidamos porque sólo nos importan
las estrellas
y las cruces con su sangre
y con sus clavos…
y queremos el ataúd
en vez de querer el álamo.